viernes, 5 de marzo de 2010

Yankees al borde de un ataque de nervios


-Arsénico por compasión-
Frank Capra

Me dispongo a hablar, para los que no conozcan la película en cuestión, de la adaptación de una conocida obra de Broadway llamada Arsenic and Old Lace (al igual que la película), que no significa otra cosa que “Arsénico y encaje antiguo”. Una obra de Joseph Kesserling, que Frank Capra adapta rompiendo con su habitual ingenuidad e idealismo respecto al contenido, no a la forma.

Lo que principalmente busca toda persona que esté dispuesta a ver Arsénico por compasión es pasar un buen rato, “echar unas risas”, y relajarse con un poco de buen sentido del humor. Y desde luego, pienso que quizás eso es lo que se encuentre todo aquél que se disponga a verla… y que sea estadounidense… y que viva en los años 40. Bien, no quiero frivolizar, pero si introduzco con algo de sentido del humor, que veo esta película demasiado anclada en su época. Que no trasciende. Quiero decir que todo cinéfilo que se disponga a ver una película clásica de hollywood, sabe de sobra que ha de situarse un poco en contexto, ser permisivo con ciertas cosas, y tolerar algunos modos de realización digamos… poco arriesgados. Creo que así es como se ve cine, y como deberíamos disfrutar de él si es que queremos aprender de todo cuanto nos ofrece. Pero, sin embargo, hay películas que (y es el caso de ésta) a pesar de tener una historia arriesgada y en apariencia ingeniosa, la forma en que la transmiten y nos la muestran se nos hace algo rancia, anticuada. Y por esto no podemos conectar con ella. Por esto, y muchas otras cosas.

El héroe de ésta historia se ve envuelto en una trama familiar en la que descubre que sus adorables tías asesinan dulcemente a solitarios ancianitos (casi compulsivamente) para evitar que sufran los últimos días de su vida en soledad, aumentando así la tremenda fosa común que tienen en el sótano. Y todo ello en clave de humor. Repito que parece una idea maravillosa, atrevida y creativa. Pero enseguida se le añade un particular matiz. Como apertura, justo al presentarnos a los personajes, vislumbramos una declaración de principios del guionista. Un estilo de humor para su obra que sea frenético y estresante. Sin apenas respiro. El protagonista se ve en la obligación de solventar todo cuanto sucede por el bien de su familia, de su esposa… e incluso de su vida. El bueno de Mortimer (Cary Grant) grita, se mueve compulsivamente, tiembla, suda, corre de un lado a otro. Los problemas se le acumulan como una pila de informes en una oficina. Problemas, que a él parecen importarle mucho, pero que en ocasiones no parecen tan preocupantes para el espectador. Por lo que no se empatiza demasiado con ellos. Pero el sigue, gimoteando, apresurándose, sobresaltándose… y sinceramente, a un servidor eso le pone nervioso. No le relaja.



Por otro lado los personajes, su forma de hablar, y por ende sus “gags”. Resultan tontorrones. Simplones. Bromas, como dije, demasiado arraigadas a una época que no se corresponde a la actualidad. Claro está que muchos podemos empatizar con eso (que es difícil), y disfrutarlo. Lógico. Pero yo no. Personalmente, he visto revistas de Lina Morgan que me han hecho más gracia que esto.
Muchas de las situaciones con las que se construye el caos imperante a lo largo del film, son los típicos líos o malentendidos propios de la comedia teatral y de la sitcom. Pero no funcionan realmente, no se captan como situaciones hilarantes, cuyo desenlace puede ser catastrófico. Como un buen lío cuyos malentendidos son brillantes. Y tampoco es que resulten todo lo contrario, pero no se llega al nivel de entretener con este método. Las situaciones parecen no ser muy complejas, algo simples. Aunque se agolpan muchas a la vez. Lo que hace que nuestro querido Cary Grant, vuelva (como dije) a gesticular, y a convulsionar, a correr…y la cosa, parece fundirse en un caos de griterío e histrionismo. Que misteriosamente avanza a trompicones, de manera poco fluida.



En definitiva, pienso que tras todo esto también hay que ser algo severo con los considerados clásicos. Encumbrados en un podio por el hecho de pertenecer a una época, a un director, a unos actores… y sobretodo por haber tenido éxito en su momento. ¿Que es una de las 1001 películas que debemos ver antes de morir? Por mí de acuerdo, lo haré. Pero no voy a hacer la vista gorda. No me va a nublar la imagen en blanco y negro. No, porque si lo analizo de manera más minuciosa, veo incluso personajes sobreactuados, un montaje mal rematado (se llega a notar que cada plano pertenece a una toma y no a un “todo”), y un final… en el que desgraciadamente vemos a Capra volver a su vena idealista e ingenua. Y eso no es calidad cinematográfica. No es un clásico. Es una comedia palomitera de su propia época.

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