martes, 2 de marzo de 2010
Bajo del mar...
-Bob Esponja-
Tuve noción por vez primera de ésta serie a mis tiernos dieciséis años. Ya ha llovido desde entonces. Estábamos en casa de un amigo, pasábamos la noche bebiendo, comiendo y jugando al rol entre otras cosas… Hasta que decidimos amanecer con la sesión matinal de dibujos animados que ofrecía un canal de pago. Disfrutamos con algunas de las series de nuestra niñez, nos disturbio la presencia de alguna que otra serie anime de roedores infrainfantiles y discapacitados… y llegó el momento en que el cálido ambiente se silenció; “A continuación Bob Esponja”. Es curioso escuchar un título así por primera vez. Difícil de describir, pues la gente (supongo) estará acostumbrada hoy en día, a la existencia de este simpático personaje amarillo. El caso es que el shock fue tal, que las risillas no comenzaron a escucharse hasta pasados un par de minutos. Tras otro par, nos moríamos de risa. Quedamos noqueados. El saber que el protagonista era una esponja, su introducción musical, los personajes que completaban el elenco… Obviamente la anécdota nos marcó a mis amigos y a mí, más que la serie en sí, pues la atención prestada fue poca, y las risas y bromas, muchas. Ese bichejo submarino supuso un icono para nosotros durante un tiempo. Sólo un tiempo.
Durante el resto de los años he visto la evolución del bueno de Bob y su fama adquirida, con una ligera sonrisa como resultado del recuerdo. Nada más. Ni mucho menos tuve en mente en ningún momento sentarme a disfrutar de esta serie desde entonces. Hasta que en una tarde-noche, decidí ver un capítulo por nostalgia. Ahora añado esa media hora de disfrute a series como Los Simpson y Padre de Familia, de manera casi religiosa (“casi”, pues no creo en dogmas). Y digo esto último, porque creo que esta serie es una de las que mejor se ajustan a la expresión de “serie de dibujos adulta”. Y esto es muy sencillo de explicar. Para mí los dibujos animados deberían poder ser vistos y disfrutados por los niños. Es injusto arrebatarles el derecho a ver dibujos, y enfocarlos sólo a los adultos. El equilibrio está en una serie que los pequeñajos disfruten mucho, y los adultos casi lo mismo, o más. Cuando estas cosas no se cumplen… tenemos una serie adulta sin más, lo de “dibujos animados” sobra, “de animación” si acaso.
Y es que esta ingeniosa serie derrocha ironía por todos sus poros. Cualquier persona adulta que se pare a verla, descubrirá que conecta al instante con ella. Pues los personajes son arquetipos de una sociedad que va mas allá de la norteamericana, son simplemente arquetipos de personas en general. El avaro, el amargado, el ignorante, el ingenuo… Caracterizados en el cuerpo de animalillos del océano. Con sus aventuras y desventuras nos narran por lo general una historia facilona (Bob se hace daño en el trasero, o tiene que escribir una redacción) asequible a la comprensión de los niños, pero por otro lado, y gracias a la manera de plantear las situaciones por parte de los guionistas, y a la expresividad que se les otorga a los personajes; todo ello adquiere un matiz distinto (Bob padece agorafobia extrema, o huye de la responsabilidad como cualquier estudiante adulto). Más fresco si cabe.
Y es que tras esto, y en la medida en que sus creadores nos lanzan un guiño entre sutil y evidente a los adultos, uno se enamora más de nuestra querida esponja, y asume su show como uno de los más gamberros en horario infantil. Dudamos incluso de que los niños disfruten de él al mismo nivel que nosotros.
Otro de los aspectos que es de agradecer, es apostar por el humor absurdo. Como hicieron en su momento los Monthy Pyton. Un humor absurdo depurado, no estúpido y aleatorio. Sin abusar del “sin-sentido”, como estupideces del tipo “Alejo y Valentina” y demás… Con este tipo de gags, que irrumpen en el “realismo” de la serie, nos desconcertamos y reímos a partes iguales. Son creativos. Ingeniosos. Desternillantes. Pongo la palabra “realismo” entre comillas, pues poco tiene de realista a pesar de ser una serie animada sobre el fondo del mar. Los peces, calamares, y demás criaturas… no nadan. Andan bajo la superficie. Hay fuego bajo el mar. ¡Se dan baños! En fin, las limitaciones de la vida submarina son completamente violadas.
A esta serie, pocas pegas puedo poner. Pero las pongo aun así. Porque es una serie de dibujos. Y me sobran los interludios grabados con personas. Actores patéticos que hacen el payaso intentando siquiera, tener la misma expresividad de los maravillosos dibujos del serial para el que trabajan. Fuera. Son innecesarios. Bob Esponja no los necesita. Se sobra por sí mismo.
Stephen Hillenburg fue su creador. Un artista y biólogo marino que sabía lo que se hacía al dar a luz a su pequeña criatura. Sabía que su serie sería aceptada por la mayoría de gente, pero que a su vez un público, su público, sería el que recibiría de buena gana todas esas alusiones artísticas, cinéfilas, musicales (sobretodo a bandas de heavy metal, rock y rock alternativo) y por supuesto de biología marina (para los más doctos en el tema). Lo admito, a pesar de no ser un gran experto sobre lo que hay bajo del mar, me uno a este gran publico.
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Bob Esponja es un icono del mundo del dibujo animado actual, tanto que se ha vuelto el idolo de los modernosos, niños y gente de a pie.
ResponderEliminarEs de agradecer como dices , que tenga esa ironía bien usada y que pueda ser vista por lo tanto por los niños y los adultos, sin correr el riesgo de que se vaya a escandalizar ninguno de los dos y nos vayamos al lado de la temida censura como tantas veces hemos visto.
Adoro a Bob, pero se me adelantó Arenita xD