martes, 6 de abril de 2010
Se abre el telón…
…Y resulta que hace poco salí del teatro de Canal, de ver Frankenstein, de Mary Shelley. Una tremenda adaptación. Un estudio (más que eso) de la obra en sí, con sus repercusiones sociales e intelectuales plasmadas… Y personificadas. Una obra que se acerca al horror gótico de manera veraz y sorprendente; con una actuación brillante, y una demostración ejemplar de viento (flauta travesera) y cuerda (piano, y violín) en directo. El entusiasmo me hizo vibrar. Me sentía hiper-estimulado. Cuando la inspiración, la alegría y el arte te golpean en la cabeza (en la “puta cabeza” como diría Bono de U2), con unas vibraciones sin iguales, se alcanza uno de esos momentos en los que la euforia provoca reacciones tales como entrar a una librería y comprarse un buen libro. Si. Eso es lo que necesitaba. Un buen libro. Mientras comentaba la obra preso del entusiasmo, me acercaba a la primera tienda que tuviese a mano, tanteando y pensando en mi compra. Una compra que fuese ejemplar… que estuviese a la altura de lo visto (Hemingway, Joyce, Dostoievski, Poe…). Un manga. Al final me compré un manga. Júzguenme ahora ustedes… En fin, ¿A qué iba yo con todo esto? Ah, sí. La cosa es que teatro y Japón, me hicieron asociar ambas ideas (yo y mi magistral mente en pleno esfuerzo), recordándome al teatro japonés. Su tremendo trasfondo. Su impecable cultura… Y su enigmático mundo. ¿Conoce la gente el teatro japonés? ¿Sabe la gente los estilos principales y las influencias suscitadas? ¿De igual manera, se han parado a pensar porqué algunas películas japonesas os resultan “lentas” (magnífico vocablo, sobretodo aplicado al cine)? Estas, y otras cosas, pretendo mostraros en los días que siguen haciendo una sucinta reseña sobre los principales estilos de teatro japonés. Creo que nos vendrá bien a todos. Que lo disfruten.
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