martes, 6 de abril de 2010

Tras la máscara




El teatro Nô, ha estado siempre identificado por ser un tipo de teatro cortesano, abierto sólo a unos pocos privilegiados, gente importante. Se trata de un teatro minimalista, de un lenguaje elaborado y arcaico. Suele representar dramas aristocráticos, que tienen relación con alguna trama histórica o leyenda. Este tipo de obras de teatro se representan sobre un cuadrilátero elevado sobre el público, que se coloca a dos de los lados de éste. En uno de los extremos se coloca un coro cuyos cantos acompañan al desarrollo de la obra. Junto a éstos, en uno de los extremos contiguos están los músicos que acompañan la narración. En el centro del escenario, con trajes recargados y máscaras (no hay telón, sino una torre en cada esquina para simular el palacio) están los actores, que representan con movimientos suaves, y elegantes la obra en cuestión. La obra se desglosa en cinco partes, de una hora aproximadamente cada una.
A pesar del tema tratado habitualmente en las obras de teatro Nô, el principio mítico se centra en “las danzas de la diosa de la risa”. Desde el siglo XIV antiguos actores, padres del Nô, han estado escribiendo tratados teóricos sobre la representación de éste tipo de teatro, estudiando distintos puntos de emisión, distinta colocación de los personajes y su caracterización hasta llegar a obtener tras el paso del tiempo, el teatro con las características que hoy en día tiene.



Las máscaras, han estado pensadas desde antaño, para que representasen a un único personaje (el anciano, la mujer, el noble…). No sólo han tenido importancia los personajes, los animales (incluyendo también plantas, hongos –setas- e insectos) han tenido también cierto valor en el desarrollo de las obras; ellos hablan con los personajes, les dan a conocer malas noticias, etc. El papel del mal también adquiere notoriedad. Las elaboradas máscaras de demonios sirven para mostrar la presencia de éstos, en el entorno de los protagonistas, como les tientan, y engañan. Por el contrario, los dioses no intervienen; siempre suele aparecer un pino en una representación Nô, que muestra un lugar alto desde el cual los dioses observan la obra, todo cuanto sucede sin intervenir en ello.

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