martes, 30 de noviembre de 2010

Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas



Sitges calling...

Hablábamos en Sitges sobre la película A Serbian Film, como la polémica del año en el festival. Bien. Sinceramente, yo creo que la polémica está verdaderamente servida con esta película del director tailandés Apichatpong Weerasethakul (admito que no sé escribirlo, lo he mirado en Google). Y es que el cine que realiza este director polariza muchísimo la opinión y la crítica. Obviamente, quienes estuvimos allí, presenciamos este resultado final (para mí el más interesante), el momento en el que se intercambian opiniones, resoplidos, maldiciones, suspiros y alabanzas… Obviamente creo que aquello que el director refleja en su película es algo en lo que él cree, algo en lo que realmente ha puesto toda su alma. Pero aquí, por lo que vi, se corre el peligro de bloquear la entrada a muchas otras formas de ver o sentir el cine. Hay gente que no está en la misma frecuencia de este señor. Desde luego aquellos que no están en esta línea, no son los incultos o insensibles… sino otra parte del conjunto de espectadores interesados (eso sí) en el cine.

Digo que me interesó la “post-película”, no sólo porque comentar el visionado implique tomar unas cervezas en un bar con los amigos (que también), sino porque uno percibe una realidad que no se muestra en las revistas de cine, ni en los artículos de los críticos. Uno ve el interés por mostrar una opinión, que hace de sí misma una moda. Y aquí es donde entra el cinismo general suscitado por la película. Es el momento, de unirse junto a la opinión generalizada de que es una maravillosa película. Es novedosa. Es distinta. Su tempo, su fotografía y sus planos, la señalan inequívocamente como asiática e independiente, y además los festivales la respaldan. Ideal para calificarla como innegable obra maestra. Bueno, este no fue el resultado. No se hablaron en las revistas de las opiniones del público en Sitges, de las votaciones. Son muy distintas. Desde luego, creo que la crítica tiende a encumbrar sus opiniones y a los que por fuerza deben ser “nuevos artistas”, perdiendo así la noción de realidad, y dejando de lado el sentido común, pues, para ellos no hay nada malo en la película, únicamente las gansadas que dicen los detractores (y esto es casi literal). Un desprecio totalmente poético hacia esa “tontería” llamada coherencia (Carlos Boyero).



Desde luego, sumo al carro del cinismo aquellas opiniones clásicas y rancias, que enfurecidas (no sé muy bien porqué), tachan de bodrio absoluto películas como esta. Sinceramente, creo que es ridiculizar mucho la sensibilidad creativa de un artista, decir que su obra es mierda, está hecha sin sentido, o que no aporta nada, para más inri. No amigos. Esta película aporta su granito de arena, como tantas otras, a la cinematografía. Es más, es bueno para un festival como Sitges, nuevas miradas hacia lo fantástico. Pienso que aporta frescura al género. Eso sí, después dependerá el criterio de cada uno para fijarse en la obra, interesarse o prescindir de ella. Sin olvidar, claro está, que se trata de una película. Con cosas BUENAS y MALAS, pues la pasión suele traicionarnos y hacernos llevar todo a polos extremos; y sintiéndolo mucho, no existen.

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