viernes, 23 de julio de 2010

Un Verano de Miedo

Nuestra literatura Pulp

Algo me ha hecho decidirme por escribir esto tras mi regreso de las vacaciones, algo misterioso, fantasmagórico, extravagante, y abracadabrante. Se trata de una serie de novelas, noveluchas mas bien. Escritas… bueno editadas sobre papel reciclado. Algo que devorábamos cuando éramos benjamines; mascando chicle, subidos a la rama de un árbol, en un columpio, o simplemente en el sofá de nuestra casa. No, no me refiero a los libritos pulp de historias extraordinarias, de detectives o de vaqueros. Me refiero a algo más contemporáneo, aunque igual en sus pretensiones. Algo cuya portada, saturada en colores nos mostraba una imagen, que por entonces nos transmitía bastante mal rollito. Algo que nos contaba una aventura terrorífica o fantástica, cuyo protagonista es un chavalín/na pubertoso/sa. Algo que brillaba en la oscuridad. Para aquellos “sin-infancia” que aún no sepan de lo que estoy hablando, me refiero a los libros de Pesadillas.



Bien, pues lo dicho, unas vacaciones de invitado en una casa. Una habitación en la que alojarme. Una estantería repleta de… Bueno, de lo que nos aborda el tema de hoy. “Que maravilla”, me digo a mi mismo. ¿Qué mejor oportunidad para revivir una adolescencia temprana, de manera rápida sencilla y amena? Pues tal y como os imagináis, muchas han sido las Pesadillas que han pasado por mis manos (¡Hay algo vivo!, Una aventura Espeluznante, La casa de la muerte, Sangre de Monstruo, Sangre de Monstruo II, La venganza de los Gnomos, La noche del Muñeco Viviente, Llamada a los bichos raros…). Puede sonar extraño que quiera interrumpir mis lecturas habituales y decida pasar las vacaciones leyendo literatura infantil de terror, si, tal vez si. No lo niego. Pero me pasó lo mismo que varios años atrás. Esas portadas, esos títulos, esas sinopsis que anunciaban una aventura divertida sin ninguna otra pretensión, me atrajeron, y me incitaron a zambullirme en las páginas con avidez. Recomiendo la experiencia a cualquiera que se atreva. Así, desde un punto de vista adulto, comprenderemos mejor a este escritor Neoyorkino, que pensó en hacerse de oro con una estructura muy simple y muy básica, hecha para pasar el rato así como las páginas.



Las historias toman como protagonista a un niño/a de doce años exactamente. Este suele tener una situación común u homogénea para un niño en EE.UU., con una pequeña variante o cambio; véase un camping, vacaciones en una casa ajena o una mudanza (este último es más que común). Su acompañante o sidekick será un hermano, amigo o mascota (estas no faltan casi nunca). Tras la historia fantástica, terrorífica o “ciencia-ficcionera”, narrada con un forzoso, y en ocasiones patético momento de suspense entre capítulo y capítulo, siempre hay un giro al final inspirado en series de formato televisivo como The Twilight Zone o Más allá del Límite, un cambio siniestro generalmente, que nos deja (ba) un regusto amargo, y de incredulidad.
Por lo tanto, ¿que hay tras esas portadas magistrales, maquetadas bajo un pringoso título fosforescente en el que se lee “Pesadillas”? Pues un bombazo, todo un negocio. Una estructura literaria similar al best-seller arquetípico, pero adaptada a niños de 10 a 14 años. Robert Lawrence Stine no escatimó en plasmar topicazos en sus páginas. Pero topicazos divertidos. Que en ocasiones enganchan (decídmelo a mí).


Todo ello no deja de ser, por otro lado novedad para unos (los más peques) y añoranza para otros (peques mayores, como yo), aderezado con una buena presencia, y extravagantes títulos. Nada más. “Mierda pulp” hablando en plata. Pero creedme, adoro esa mierda.

2 comentarios:

  1. Fua, recuerdo que me cagaba vivo leyendo las terrorificas aventuras de Slappy, el muñeco diabolico de Pesadillas.

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  2. Calidad ya sabemos que tienen la justa, pero también los best-sellers que nos meten ahora como grandes obras contemporáneas son de nivel literario escasito. Al menos los niños leían. Hay bastantes personas que por desgracia se quedaron solo entre sus páginas y no han vuelto a abrir un libro, pero hay otros que descubrieron que "leer mola".

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