-Toy Story 3-
Lee Unkrich (PIXAR)
Llega un momento en la vida de todo niño, en el que ha de elegir entre ser mayor (con todo lo que ello implica), o ser un niño de por vida. Débil, inseguro y dependiente. ¡Madura de una vez! Deja de imaginar. No sonrías. Ahora estudias o trabajas. Se serio. Deja de divertirte. En definitiva, tira los juguetes. Pasaste a otro nivel chico, olvida todo lo anterior y mira adelante con seguridad. Firmeza. Y avanza con ambición. Piensa que todo lo que te hacía disfrutar y ver cada día con la ilusión de jugar, y sentir que aún hay una eternidad por delante, no hace más que perjudicarte. Sabios consejos que me dan la sociedad actual y mi entorno. Porque todos cambiamos, y todo cambia. Es ineludible.
Los creadores de genialidades de la animación como Buscando a Nemo, y Monstruos S.A, nos han deleitado con el (esperemos) cierre de la trilogía de los juguetes aventureros. Toy Story. Una historia de juguetes. Una agridulce historia de las gestas de unos juguetes. Pensando en esta película, y en su devenir anterior me pregunto: ¿Cómo unas aventuras de proporciones épicas pueden dejarnos un poso de sensibilidad y sentimientos tan profundo como la que nos ocupa en éste momento? Para mí, casi al nivel de The Matrix a la hora de equilibrar acción/reflexión.
Para empezar, toda la obra nos hace ver en cierto modo el valor de la imaginación asociado a un consumo responsable en la sociedad global que hoy nos toca vivir. Jugar e imaginar con tus juguetes de siempre tiene más valor que comprar juguetes sin cesar. La aventura que uno desarrolle en su mente aquí es la clave. Niños que apenas recurren a la interactividad de los nuevos medios. Una nueva esperanza plasmada en la personalidad de una pequeña protagonista. Peluches y muñecos de trapo hechos a mano siguen siendo su vía de escape. El valor de una imaginación desbordante. Jugar.
Por otro lado, tenemos también una sincera reflexión sobre la vida como ciclo. Todo tiene un final. Todo acabará algún día para nosotros, mientras que para otros sólo empiece. La frustrante realidad de los juguetes, el hecho de vivir una inmortalidad parcial, cuyo fin es impreciso, pero que a la vez les obliga a ver generaciones y generaciones de gente y amigos que perderán, no es otra cosa que una manera de ver la vida como algo que hemos de asumir como efímero. Algo que debe apreciarse en cierto modo.
En esta ocasión, he visto la aventura con un esquema básico dentro de lo que ha sido su estilo precedente. La historia es frenética desde la primera secuencia. Las cosas se tuercen por un sucio golpe del destino y parece prácticamente imposible solucionarlas. Así, es como evoluciona la narrativa junto a la trama principal. Agradezco a Michael Arndt (guionista) el hecho de no notar un obsceno Deux es Machina en la manera de solventar los problemas por parte de los “protas”. Todo fluye perfectamente. Este esquema típico en PIXAR y más aún en Toy Story, me funciona (quizás a otros no, puede ser posible). Falta elogiar la elegancia mostrada al intentar evitar repetir arquetipos. Ya tuvimos un muñeco aparentemente amable como el Capataz Pete, pero resentido con su vida de juguete. El peluche Lotso podía habernos resultado igual si el tratamiento de su personalidad no se hubiese mostrado tan tempranamente y con tanta originalidad. De la misma manera, Rex no queda inmediatamente prendado de una juguete triceratops de su marca, tal y como hizo Mr Potato. Cosas de ese tipo hubiesen sido muy repetitivas.
Poco más podría expresar para transmitir una sensación global de lo que me ha resultado la película. Un golpe fresco en este caluroso verano. Me ha hecho sentirme bien por ir a ver dibujos al cine. Me ha hecho ver que “cosas de niños” como esta, nos aportan mucho a los mayores. Hablamos el mismo idioma pese a nuestra diferencia de edad. Percibimos de manera distinta, pero sentimos lo mismo. Los pequeños desconocen los valores que se les está transmitiendo, nosotros, tan solo los identificamos. Pero básicamente es lo mismo. Me alegra saber que el cambio a mayores no nos afecta en lo más esencial.
miércoles, 28 de julio de 2010
Big
Etiquetas:
3D,
Andy,
animación,
aventuras,
Buzz LigthYear,
Capataz Pete,
Disney,
infancia,
Lee Unkrich,
Lotso,
madurez,
Michael Arndt,
Mr Potato,
Pixar,
Rex,
Toy Story,
Toy Story 3,
Woody
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Supongo que últimamente se ha dado con la fórmula para que tanto niños como adultos se vean implicados en igual medida con las películas de animación.
ResponderEliminarPese a haber sido una esceptica de esta trilogía, creo que la echaré un vistazo.
PD. Así es cómo se recomienda a alguien ver una película. muy buena reflexión.
X
Bueeeeeno, ya me pongo de nuevo con el blooooog. Pero solo porque tu me lo pides, eh?
ResponderEliminarHola, que tal? No se si me recuerdas, soy el que te escribio aquel comentario hace ya meses, felicitandote por el blog. Me he seguido pasando por aqui, pero veo que tus actualizaciones ultimamente son escasas. La verdad es que yo tambien soy un poco vago, que te dije en su momento que iba a crearme un blog, pero al final no me animo. A ver si un dia me pongo. Pero tu, en serio, sigue con el blog y actualiza diariamente (o casi), como me prometiste, si te es posible, jejej. A lo mejor ahora andas liado o quiza estes de vacaciones, solo decirte que disfrutes y sigas haciendonos disfrutar con este blog! Un saludo, amigo.
ResponderEliminar