Estamos quizás ante uno de los mejores escritores en castellano (español para los peninsulares y anglófonos) y sin duda uno de los más prolíficos. Sin embargo, pocos lectores podrían recomendarnos más de dos obras surgidas de su increíble intelecto, pues parece ser uno de esos extraños casos de “escritores malditos” que nos encontramos en nuestra literatura y que no hacen de su maldición bandera. Esto, sin duda les resta puntos entre los círculos y cónclaves de lectores que siempre citan como su libro favorito la única obra publicada de un escritor asiático que tuvieron que leerse en una edición de bolsillo que encontraron en la librería más antigua de la ciudad de Atenas, con la consiguiente dificultad que les supuso entender el griego moderno (puesto que en su época de estudiantes lo que se enseñaba era el griego clásico), y que no pueden prestarte por su gran valor y que te desaconsejan que busques pues la tirada fue más que limitada. No sé si he conseguido formaros una imagen mental del tipo de lector al que me refiero. Espero que sí.
Bueno tras esta disertación “culturetamente incorrecta” quería daros a conocer el porqué de mi opinión acerca del escritor catalán que nos ocupa. Es de esos pocos autores que aparte de contarnos una gran historia y hacernos reflexionar acerca de lo que nos está narrando (casi siempre en primera persona, lo que nos identifica poco a poco con el protagonista) nos hace pensar el porqué de la existencia del libro que tenemos delante, qué necesidad había de escribirlo. Y nos hace estrujarnos la sesera (no mucho, pero sí de manera gratificante) para ver la exquisita necesidad de que ese libro sea leído. Quiero introducir aquí la idea, tan llevada a cabo en el mundo del cine y tan desconocida (al menos para mí) en la literatura de destrozar los ideales, de despertarnos de nuestro dulce sueño de perfección. Para el público anglosajón, esta idea podría entenderse con el visionado de todas aquellas películas que siempre nos han vendido como “la pesadilla americana” o mejor dicho, el destrozo del llamado “sueño americano”. No quiero extenderme demasiado en la explicación de esto que yo considero un fenómeno, puesto que mi objetivo es más bien despertar la curiosidad de aquellos que tengan la suerte de encontrar en su camino uno de sus libros. Empezaré citando quizá los dos libros más célebres de su biblioteca: La ciudad de los prodigios y Sin noticias de Gurb, objeto ambas, de adaptaciones para otros medios. Creo que no podría encontrarse dos libros tan dispares y a la vez tan necesarios surgidos de una misma pluma. De hecho, me aventuraría a decir que su único nexo es que la historia de ambos tiene lugar en Barcelona.
En La ciudad de los prodigios se nos cuenta la historia del despegue cultural y económico de la ciudad que tuvo lugar con las dos exposiciones universales (1888 y 1929, llamada esta última “Exposición Internacional”) que han tenido lugar en la capital catalana. Todos tenemos en nuestra memoria la Expo y las Olimpiadas del año 1992, con su excelencia y la imagen que se proyectó en el mundo de nuestro país. Quién más quien menos se siente un pelín orgulloso de aquellos actos. Pues bien, ¿qué hubiera pasado si todos esos éxitos internacionales se hubieran forjado bajo explotación de los obreros y oscuras tramas inmobiliarias/mafiosas? Al menos el que suscribe, ya no se sentiría TAN orgulloso. Es en esto donde destaca Eduardo Mendoza, sacándonos de nuestra ensoñación, despertándonos sin ningún tipo de dulzura. Y es ahí donde radica su “maldición”: nadie quiere que un hecho que pareció fantástico quede empañado por nada. Ejemplos como éste nos los encontramos también en libros suyos más recientes como El asombroso viaje de Pomponio Flato, en el que nos narra un fragmento de la Historia Sagrada (judeocristiana, se entiende) totalmente inventado entre intereses inmobiliarios (una vez más), meretrices, dioses paganos que se aparecen y chistes escatológicos (una delicia de novela histórica para El Vaticano) o Tres vidas de santos, donde la definición de beatificación queda un poco en entredicho. Otra cosa aparte es Sin noticias de Gurb, un divertimento plagado de chistes políticamente incorrectos que invita a ser releído una y otra vez escrito con estructura de diario de bitácora de un marciano caminando por la ciudad condal.
¿Está el humor infravalorado en el mundo de la literatura? ¿No apreciamos que en el medio cultural considerado “más intelectual” nos digan cosas que no queremos oír? Servidor cree que las altas esferas, encargadas de otorgar los cada vez más devaluados premios literarios internacionales, priman las historias que son contadas por serlo y no aquellas que nos hacen pensar en porqué deberían escribirse.
Sea cuál fuere vuestra opinión no dejéis pasar al genial Eduardo.
Por: Cachito
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