jueves, 14 de octubre de 2010

Zebraman. Attack on Zebra City


Sitges calling…

Bien, para empezar a hablar del asunto de Sitges, ¿Qué mejor que abrir boca con una de las locuras del bueno de Takashi Miike? Y encima se trata de una de superhéroes. ¡Zebraman, attack on Zebra City! Menuda tela.

Bueno, antes de nada, comentar que esta película se trata de una secuela de la precuela Zebraman (a secas), la cual me he ocupado también de ver por la cosa de la continuidad. Y es que hay continuidad entre ambas aunque no lo parezca. Digamos que es una saga completa.

Bien, para empezar esta “saga” trata de nuevo el asunto de los superhéroes, si, puede que el tema resulte un tanto trillado (aunque para un servidor, es una fuente inagotable), pero abarca unos metahumanos que nos resultan un tanto ajenos a los occidentales. El arquetipo del superhéroe japonés. Hay miles de ejemplos que os puedo referir para que me entendáis: Astro boy, Muscle Man, Ultraman, Power rangers, Bio man, Mazinger Z… Bien, pues en este caso hablo de un hombre-cebra que está dispuesto a repeler todos los ataques alienigenas que amenacen la tierra bajo el grito de guerra; “¡Éxtasis blanco y negro!”.



La historia se enmarca en Japon, donde un ciudadano como otros tantos se obsesiona con la figura de este mítico personaje de las series de su infancia. Este triste profesor de preescolar al que ignoran su mujer, sus hijos, y sus compañeros de trabajo, decide enfundarse un día un traje hecho por sí mismo con cartón y tela, emulando al superhéroe nipón. Todo hasta aquí, tiene un atractivo rollo Kick-ass pero a la japonesa… Hasta que a Miike se le va la cabeza. Entonces aparecen los aliens, y los superpoderes sin explicación o motivo alguno, y las tramas enrevesadas y absurdas. En fin, como uno no espera gran cosa, se centra tan sólo en pasar el rato (aunque a veces cuesta un poco).

La secuela es formalmente una vuelta de tuerca. Aquí el nivel sube tanto hablando de lo excesivo del guión, como de los efectos especiales… y si dejar de lado la estética. A diferencia de la primera parte; la continuación es un delirio pop y videoclipero. Donde Zebraman tendrá que salvar de nuevo Japón (ahora rebautizado Zebra City) de un régimen autoritario del estilo 1984. Esta parte es muy interesante, pero lógicamente los aliens de la primera parte vuelven a aparecer (que ya podían cambiar de monstruito al menos), y no se les puede matar como en la primera porque… porque no. En cualquier caso, Miike libera de toda pretensión esta última parte de la saga, ofreciéndonos luchas clásicas de las series japonesas, mega batallas al más puro estilo Dragon Ball Z (fusiones incluidas), chistes de lo más surrealistas… y colores, muchas luces y colores.



Al fin y al cabo se agradece, y más a altas horas de la madrugada.

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