viernes, 26 de febrero de 2010
Semi-podredumbre
-Succubus-
Jess Franco
Quiero hablar de este director, que me sorprendió desde que tuve conocimiento de él por distintas cosas. En primer lugar lo describo muy sucintamente para que sepamos a que nos enfrentamos: Cineasta español, rebelde, prolífico, cinéfago, culto, gamberro, melómano y sobretodo muy amable, todo un personaje, digno de admirar sinceramente. Este director decidió en su momento que quería hacer cine, y no sólo eso (que ya es una decisión valiente) sino que quería hacer el cine que a él le diese la real gana. Su “cine”. Con una filmografía que alcanza las 200 películas. He dicho que le admiro, ¿y quien no? Hay pocas razones, pero suficientes para admirarle. Sólo hay que escuchar a este señor para darse cuenta de la simpatía e ironía que derrocha, además de la cultura, no sólo cinematográfica, que posee. Todo un portento. También es amigo y colaborador de muchos de los grandes del cine: Orson Welles, Fernando Fernan Gómez, Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Christopher Lee, Klaus Kinski, Fritz Lang, Roger Corman y otros que seguro me dejo. Pero no sólo eso, éste hombre ama el cine (con esto, creo que ya se ha ganado la simpatía de muchos), y ha dejado clara su intención de hacer cine hasta el mismo día de su muerte. Me resulta simpático, no puedo evitarlo, le admiro. Eso sí, a sus películas NO.
He visto unas cuantas películas de Jesús Franco, y en todas he echado en falta una mínima experiencia cinematográfica como director, un mínimo conocimiento de la narrativa, de la estética inclusive… vamos que me he aburrido como una ostra en la cola del médico. Nunca llegué a explicarme cómo ha hecho este agradable anciano tantas películas y colaborado con tantos maestros sin haber aprendido nada, o al menos sin querer hacer una película decente.Hace poco, descubro milagrosamente una sesión de una de sus películas más reconocidas internacionalmente: Succubus (aquí Necronomicón, lógico). Presentada en el festival de Berlín de 1967, y aclamada por público y crítica en general. Parecía prometer. No dudé en acudir al pase… y lo dicho, parecía prometer.
Es un misterio saber hasta que punto Jesús Franco se toma en serio sus propias películas. Lamenté el resultado de lo que vi. Pues la película parece tomarse muy en serio a sí misma. Es una pena. Creo que las ideas argumentales que tiene este señor son muy sugerentes e ingeniosas, pero de ello obtiene películas totalmente vacías. Esta apuntaba alto, aunque al poco tiempo de empezar a verla, me abordaron muchos de los errores anteriormente cometidos por el mismo. El argumento de Succubus avanza a trompicones y apenas tiene ritmo. El director parece no tener apenas paciencia a la hora de rodar, como si se conformase con la primera toma, pues la composición de la imagen y la actuación de los personajes resultan muy forzadas. Además la resolución de muchas de sus tomas parecen haberse ideado con prisa, ejemplo de ello es una secuencia en la que de manera onírica, los maniquíes se mueven y avanzan hacia su víctima, bien, pues estos quedan encuadrados de rodillas para abajo mientras alguien, los mueve de cintura para arriba, y como si fueran muñecos, los arrastran, simulando que andan. En serio, resulta muy improvisado. Cutre.
La concepción de la estética de terror y la manera de abordarlo resulta bastante ingenua. Ingenua, porque los actores resultan, como dije, sobreactuados. Muy histriónicos. A ello no ayuda el maquillaje carnavalesco con el que el director pretende que suframos, que apartemos la mirada. Por esto resulta, como ya he dicho, ingenuo. Porque se nota a Jesús en un éxtasis creativo mientras nosotros ni nos inmutamos del sillón. Porque de igual manera, el director trata de hacer, ilusionado, referencias a sus gustos tan sumamente forzadas, que acabamos por soltar la carcajada (en ocasiones podemos ver como enfoca uno a uno muñecos de los monstruos de sus películas favoritas, como menciona literalmente, y de manera seguida a escritores y filósofos admirados, y como un personaje atraviesa sin sentido narrativo, de repente, un anuncio callejero enorme de El Doctor Zhivago de David Lean). Y porque, sobretodo en el aspecto musical, pretende encajar de cualquier manera, en cualquier secuencia su música favorita, el Jazz. Aunque no pegue.
Todo esto, resulta rancio, pasado, malsano. En definitiva, podrido. Una película en descomposición. Sin inventiva apenas. Sin creatividad alguna. Sin vida. Un cine muerto y podrido… o ¿semi-podrido? Poco hay de agradecer en este visionado salvo un vino que lo acompañe, y te haga reír (con perdón) mientras lo visionas. Aun así, admitiré que los que disfrutamos sin prejuicios del cine, descubriremos alguna que otra toma o idea que nos sorprenderá. Pero a la que probablemente le añadiremos algún pero. Aun así merece la pena quedarse con ellas, pues bien es sabido que directores como Tarantino le deben muchas de sus ideas a nuestro querido “Jess”. De todo se aprende.
En 2009 se le entregó un Goya honorífico a Jesús Franco por toda su trayectoria. Quizás pudo haber molestado, pues es cierto que sus películas no merecen tal galardón. Pero él no dijo que lo mereciese, más bien lo contrario. Por otro lado mantuvo su intención de morir con la cámara al hombro. Y demostró amabilidad y buen corazón dedicándolo a su mujer, a sus grandes amigos (entre ellos Bardem), y a cuantos jóvenes existen tratando de hacer cine “con su corto bajo el brazo”. Gracias Jess. Por cosas como ésta, yo te admiro.
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